Por Ana Pereyra
Hace tiempo ya, le pregunte a un niño que deseaba ser cuando “ creciera” y
me dijo policía o bombero, es que hubo una época donde todo adolescente quería
ser policía, varias décadas después los niños no quieren ser policías y las
madres no quieren que ellos sean uniformados.
La institución policial se ha vuelto tan temible, obsesiva
y muchas veces irracional que ya nadie quiere ser policía, ni jugar con
juguetes policiales.
Han olvidado la cortesía, profesionalismo y responsabilidad
con la comunidad y en vez de cuidar a la
ciudadanía, se han convertido en un
terror tan grande, que muchos prefieren llamar primero al diablo, que
aun policía, en un momento de dificultad.
Ese concepto sobre la policía es terrible, porque se está perdiendo la
confianza con la institución del orden público y los niños que antes los
admiraban, ahora le temen.
Recuerdo que en los tiempos cuando los niños querían ser policías,
eran bien amables y no abusaban de su autoridad, ahora hasta preguntarle una
simple dirección cuesta trabajo y esto es horrible!!!
Perder la confianza en aquellos que tienen el deber de protegernos
es alarmante!!! Y es que los policías también
son seres humanos con virtudes y debilidades, pero muchas veces lo olvidan, reaccionando
en manadas y usando la fuerza bruta, arrojando graves consecuencias.
Debemos pues, civiles y uniformados, entender que somos iguales
ante los ojos divinos de Dios, que un arma de fuego no debe ser motivo de
hacernos superior a otros ni más vulnerables.
Esta reflexión de principio de año es a raíz de los últimos
hechos sucedidos en días recientes, previo al fin de año, donde la uniformada, vivió
en carne propia el dolor, lagrima, impotencia, injusticia de un desalmado que
se creyó con derecho a cegar la vida de dos de sus miembros, por solo tener un
arma de fuego.
La policía sufrió al igual que muchos otros inocentes,
hijos y familiares de civiles caídos a manos de la uniformada, saboreando el
dolor de la injusticia y el abuso.
Un asesinato no tiene justificación, sin importar de donde
venga, porque nadie tiene derecho a privar a una persona de la vida. En este año
que se inicia, abogamos por una mayor compresión y entendimiento entre la fuerza
del orden público y la ciudadanía.
Como seres razonables sentimos y padecemos, pero sobre
todo, unos y otros tenemos familias que sufren y padecen una perdida, sea civil
o militar.
Quisiera que en este 2015 que se inicia, los niños deseen
nuevamente ser policías, y que ellos que son el futuro, se encarguen de
proteger a sus semejantes con responsabilidad, profesionalismo y cortesía.
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