El rey Abdalá
de Arabia Saudita, un hombre de inmensa riqueza y poder, fue enterrado en una
sencilla ceremonia.
Siguiendo la
tradición islámica conservadora, el monarca saudita fue sepultado con poca
ostentación.
Su cuerpo fue
envuelto en una mortaja simple y trasladado en una ambulancia común y corriente
a la mezquita.
Las oraciones
de la tarde se realizaron en presencia de los miembros de la familia real,
poderosos clérigos sauditas y empresarios.
Algunos
dignatarios extranjeros también asistieron.
Después, los restos del rey fueron llevados a un
cementerio cercano y sepultados en una tumba sin nombres o marcas.
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