RIO DE JANEIRO (AFP).- Cuando ladrones en Rio de
Janeiro se dieron cuenta de que su víctima era el
arzobispo Orani Tempesta, se deshicieron de un anillo y una
cadena que le habían arrebatado, aunque no se podía confirmar si por temor a
Dios o porque eran de metal.
Los ladrones tiraron en la calle el anillo del prelado
y su cadena con un crucifijo, que eran de metal y no de oro, informó a la AFP el portavoz del arzobispado de
Rio.
Eran las
20H30 del lunes y el arzobispo Tempesta acababa de celebrar una misa en la aislada
residencia de Sumaré, en medio de la selva tropical atlántica -y donde el papa
Francisco pernoctó durante su estadía en esta ciudad en julio de 2013-, cuando
su automóvil fue interceptado por al menos tres ladrones.
Los ocupantes
del auto fueron obligados a entregar sus pertenencias en el Camino del Sumaré,
una zona casi desierta y de vegetación cerrada.
“No hubo nada
contra su persona, solo bienes robados que en su mayoría fueron
devueltos, tirados a la calle por los ladrones en su fuga y
encontrados por la policía”, dijo el portavoz del arzobispado, que cree que las
cosas fueron devueltas posiblemente porque los delincuentes reconocieron al
religioso.
“Y, además
las cosas no eran de oro, no tienen ningún valor, son de metal”, agregó.
Los
delincuentes robaron también a un fotógrafo que estaba en el auto y al
chofer, y se llevaron hasta la bata de un seminarista, según la prensa
brasileña.
Tempesta no
tiene ningún mensaje para los ladrones y no quiere hacer comentarios porque “lo
que le sucedió puede pasarle a cualquiera”, dijo el portavoz de la
archidiócesis.
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