miércoles, 19 de marzo de 2014

La década perdida de Paterson

Rolando Robles
Por las razones que fueren, los pueblos se obnubilan con ciertos granujas y los eligen para los mas diversos cargos públicos. Este extraño comportamiento de la gente -el de dejarse conducir por los malvados- no es privativo de los pueblos pequeños como Paterson, la orgullosa “ciudad de seda”. También ha sucedido en urbes gigantescas, como Nueva York, que en su momento -por ignorancia, atraso político, miedo o dejadez- permitieron a William M Tweed, jefe de la poderosa sociedad delictiva Tammany Hall, a finales del siglo IXX, conducir corruptamente los destinos de la ciudad más importante de América.

Cien años después, Paterson, la cuna de la revolución industrial americana, se vio abrumada por un ejercicio en la Alcaldía de características un tanto diferentes a las prácticas del Tammany Hall, pero que dejó similares resultados para los munícipes de ambas ciudades. Guardando las diferencias de época, tamaño y daño, tanto Nueva York como Paterson, hubieron de sufrir del desorden que sus autoridades instauraron.

La diferencia quizás, es que mientras WilliamTweed -que llegó al  Senado del estado de NY- terminó sus años en la cárcel por corrupto; José Torres -alcalde durante la década perdida de Paterson- aun se pavonea por Market  Street y hasta pretende que los patersonianos de nuevo le permitan controlar el gobierno municipal. Claro que es sólo asunto de tiempo para que Joey Torres imite a su antecesor Tweed Boss y haga su tiempo detrás de los barrotes. Porque con el fajo de acusaciones que cada día se destapan contra él, resultará muy difícil que salga airoso.
 Hay que consignar también que mientras en Nueva York, la banda de Tweed Boss controló y dilapidó el presupuesto municipal a su antojo por más de cincuenta años, apoyado en el terror y en las dádivas a las nuevas poblaciones inmigrantes; en Paterson, Joey Torres hizo lo mismo a lo largo de ocho años pero, siempre a costa de las minorías inmigrantes de Paterson, que en conjunto, hoy día son la mayoría votante.

De Tweed Boss sus enemigos decían que su vida licenciosa lo arrastraba al consumo excesivo de alcohol, mientras que de Joey las fuentes consultadas sostienen que su gusto por las “sustancias prohibidas” es un secreto a voces que se escucha por todo Paterson. Para sustentar este criterio, hube de conversar con cerca de una docena de ciudadanos que aseguran conocer al dedillo las preferencias del ex alcalde. Incluso, algunos hasta me señalaron lugares específicos donde Joey obtenía las tales “maravillas cerebrales”. 

Leí a la prestigiada periodista Patricia Bullón y me pareció que ella protege en cierta forma la reputación del ex alcalde, cuando habla de su “adicción”. En ningún momento menciona a qué es supuestamente adicto el ex funcionario, aunque si sabemos que algunos ciudadanos de Paterson lo identifican como consumidor de esas exquisiteces que ayudan a sobreponer el ánimo sobre la razón.

Uno de los personajes consultados me aseguró que en la avenida Crooks, en el Sexto Barrio de la ciudad, Joey hacía una parada rutinaria; otro de sus conocidos sostiene que en un lupanar de la calle Marshall, cerca de Clifton, se le consideraba cliente VIP; y hasta un tercero y cuarto proclaman que el señor Torres se abastecía en una tienda de licores de la Ruta 20, que conduce al norte de Paterson.

Con este prontuario, es difícil identificar la clase de adicción que se le supone al ex alcalde; porque no sabemos con exactitud cuál de las “maravillas” prefiere, ni si son todas ellas prohibidas; lo que sí sabemos es que su adicción al dinero de los munícipes está fuera de toda duda. Las acusaciones formales así lo demuestran y parece que en los días por venir saldrán a la luz pública nuevas versiones de su intrepidez.

La corrupción, que es el elemento común de estos dos truchimanes políticos, presentó sin embargo, diferentes modus operandi. Debido a la época, tal vez, y al carácter colectivo de la banda que operó en Nueva York, el dinero de los munícipes se evaporaba al través de obras públicas sobre valoradas, cuyo excedente pasaba a las arcas de la pandilla gobernante. Era toda una organización delictiva que además compraba el favor electoral de los más pobres, en beneficio de sus socios políticos.

Pero en el caso de Paterson, Joey, actuaba de manera más directa y hasta más burda: antes de salir del cargo, ordena que se le haga un cheque a su nombre por la friolera de $74,000.00 y hasta él mismo lo firma y convierte en cash. La argumentación del ex alcalde para tan especial acto de dolo, es que estaba cobrando vacaciones no pagadas y acumuladas por los 20 años que ha pasado viviendo de los ciudadanos de Paterson, bajo el frondoso árbol de su consejo municipal.

Las memorables borracheras del tristemente célebre Tweed Boss, registradas en la historia como causa de sus mayores errores públicos, parecen repetirse -salvando las diferencias del elemento alucinante y del objetivo de la juerga- en la persona del penitente y fallido candidato, que en esta ocasión y dentro del letargo propio que ocasionan las “sustancias poderosas”, aletea y lanza mordiscos al aire cual escualo atrapado al sentirse morir fuera del agua.
En esos momentos finales de su vida política y quién sabe si de su libertad también, Joey, preso de los estertores, alucina y embiste contra quien él supone es la persona que puede impedirle retornar a su hábitat por excelencia, a las aguas claras de la Alcaldía de Paterson, donde volverá a ser el depredador de siempre; y sus víctimas, los munícipes de la “ciudad de seda”.
Y comete Joey Torres un grave error. Ya los tiempos han cambiado y los otrora dóciles ciudadanos de Paterson están organizados y dispuestos a seguir el liderazgo nuevo que se incubó en la ciudad y que en estos momentos es la única opción válida para recobrar el esplendor y prosperidad que una vez campeaba en toda esta pujante y orgullosa ciudad.

En sus últimas declaraciones, José Torres -cariñosamente Joey- yerra olímpicamente, cuando pretende hasta desconocer la existencia de su mayor y más peligrosa oponente; y de manera torpe lo abotona proclamando que no la demandará porque supuestamente ella sólo le llamó alucinado, y siempre de acuerdo a su opinión: “estar borracho no es lo mismo que estar drogado”. Y tiene razón el susodicho, claro: estar borracho o drogado, no es el problema; el problema real es que además te despidas llevándote el dinero de los ciudadanos.

Eso José Torres, no te lo perdonará Paterson jamás.

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