Rolando
Robles
Por las
razones que fueren, los pueblos se obnubilan con ciertos granujas y los eligen
para los mas diversos cargos públicos. Este extraño comportamiento de la gente
-el de dejarse conducir por los malvados- no es privativo de los pueblos
pequeños como Paterson, la orgullosa “ciudad de seda”. También ha sucedido en
urbes gigantescas, como Nueva York, que en su momento -por ignorancia, atraso
político, miedo o dejadez- permitieron a William M Tweed, jefe de la poderosa
sociedad delictiva Tammany Hall, a finales del siglo IXX, conducir
corruptamente los destinos de la ciudad más importante de América.
Cien años
después, Paterson, la cuna de la revolución industrial americana, se vio
abrumada por un ejercicio en la Alcaldía de características un tanto diferentes
a las prácticas del Tammany Hall, pero que dejó similares resultados para los
munícipes de ambas ciudades. Guardando las diferencias de época, tamaño y daño,
tanto Nueva York como Paterson, hubieron de sufrir del desorden que sus
autoridades instauraron.
La diferencia
quizás, es que mientras WilliamTweed -que llegó al Senado del estado de
NY- terminó sus años en la cárcel por corrupto; José Torres -alcalde durante la
década perdida de Paterson- aun se pavonea por Market Street y hasta pretende que los patersonianos
de nuevo le permitan controlar el gobierno municipal. Claro que es sólo asunto
de tiempo para que Joey Torres imite a su antecesor Tweed Boss y haga su tiempo
detrás de los barrotes. Porque con el fajo de acusaciones que cada día se
destapan contra él, resultará muy difícil que salga airoso.
Hay que
consignar también que mientras en Nueva York, la banda de Tweed Boss controló y
dilapidó el presupuesto municipal a su antojo por más de cincuenta años,
apoyado en el terror y en las dádivas a las nuevas poblaciones inmigrantes; en
Paterson, Joey Torres hizo lo mismo a lo largo de ocho años pero, siempre a
costa de las minorías inmigrantes de Paterson, que en conjunto, hoy día son la
mayoría votante.
De Tweed Boss
sus enemigos decían que su vida licenciosa lo arrastraba al consumo excesivo de
alcohol, mientras que de Joey las fuentes consultadas sostienen que su gusto
por las “sustancias prohibidas” es un secreto a voces que se escucha por todo
Paterson. Para sustentar este criterio, hube de conversar con cerca de una
docena de ciudadanos que aseguran conocer al dedillo las preferencias del ex
alcalde. Incluso, algunos hasta me señalaron lugares específicos donde Joey
obtenía las tales “maravillas cerebrales”.
Leí a la
prestigiada periodista Patricia Bullón y me pareció que ella protege en cierta
forma la reputación del ex alcalde, cuando habla de su “adicción”. En ningún
momento menciona a qué es supuestamente adicto el ex funcionario, aunque si
sabemos que algunos ciudadanos de Paterson lo identifican como consumidor de
esas exquisiteces que ayudan a sobreponer el ánimo sobre la razón.
Uno de los
personajes consultados me aseguró que en la avenida Crooks, en el Sexto Barrio
de la ciudad, Joey hacía una parada rutinaria; otro de sus conocidos sostiene
que en un lupanar de la calle Marshall, cerca de Clifton, se le consideraba
cliente VIP; y hasta un tercero y cuarto proclaman que el señor Torres se
abastecía en una tienda de licores de la Ruta 20, que conduce al norte de
Paterson.
Con este
prontuario, es difícil identificar la clase de adicción que se le supone al ex
alcalde; porque no sabemos con exactitud cuál de las “maravillas” prefiere, ni
si son todas ellas prohibidas; lo que sí sabemos es que su adicción al dinero
de los munícipes está fuera de toda duda. Las acusaciones formales así lo
demuestran y parece que en los días por venir saldrán a la luz pública nuevas
versiones de su intrepidez.
La
corrupción, que es el elemento común de estos dos truchimanes políticos,
presentó sin embargo, diferentes modus operandi. Debido a la época, tal vez, y
al carácter colectivo de la banda que operó en Nueva York, el dinero de los
munícipes se evaporaba al través de obras públicas sobre valoradas, cuyo
excedente pasaba a las arcas de la pandilla gobernante. Era toda una
organización delictiva que además compraba el favor electoral de los más
pobres, en beneficio de sus socios políticos.
Pero en el
caso de Paterson, Joey, actuaba de manera más directa y hasta más burda: antes
de salir del cargo, ordena que se le haga un cheque a su nombre por la friolera
de $74,000.00 y hasta él mismo lo firma y convierte en cash. La argumentación
del ex alcalde para tan especial acto de dolo, es que estaba cobrando
vacaciones no pagadas y acumuladas por los 20 años que ha pasado viviendo de
los ciudadanos de Paterson, bajo el frondoso árbol de su consejo municipal.
Las
memorables borracheras del tristemente célebre Tweed Boss, registradas en la
historia como causa de sus mayores errores públicos, parecen repetirse
-salvando las diferencias del elemento alucinante y del objetivo de la juerga-
en la persona del penitente y fallido candidato, que en esta ocasión y dentro
del letargo propio que ocasionan las “sustancias poderosas”, aletea y lanza
mordiscos al aire cual escualo atrapado al sentirse morir fuera del agua.
En esos
momentos finales de su vida política y quién sabe si de su libertad también,
Joey, preso de los estertores, alucina y embiste contra quien él supone es la
persona que puede impedirle retornar a su hábitat por excelencia, a las aguas
claras de la Alcaldía de Paterson, donde volverá a ser el depredador de
siempre; y sus víctimas, los munícipes de la “ciudad de seda”.
Y comete Joey
Torres un grave error. Ya los tiempos han cambiado y los otrora dóciles
ciudadanos de Paterson están organizados y dispuestos a seguir el liderazgo
nuevo que se incubó en la ciudad y que en estos momentos es la única opción
válida para recobrar el esplendor y prosperidad que una vez campeaba en toda
esta pujante y orgullosa ciudad.
En sus
últimas declaraciones, José Torres -cariñosamente Joey- yerra olímpicamente,
cuando pretende hasta desconocer la existencia de su mayor y más peligrosa
oponente; y de manera torpe lo abotona proclamando que no la demandará porque
supuestamente ella sólo le llamó alucinado, y siempre de acuerdo a su opinión:
“estar borracho no es lo mismo que estar drogado”. Y tiene razón el susodicho,
claro: estar borracho o drogado, no es el problema; el problema real es que
además te despidas llevándote el dinero de los ciudadanos.
Eso José
Torres, no te lo perdonará Paterson jamás.
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